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LA LEYENDA

Los Hijos del Cerro

Fue un viaje planificado en varias ocasiones hasta que llegó el día, cuatro horas a Riobamba con un objetivo en mente: encontrar a los “Hijos del Chimborazo”. Pero, ¿quiénes son?, ¿alguien los conoce?, ¿por qué los llaman así?, esas eran algunas preguntas que circulaban en mi cabeza. La más constante era si los iba a encontrar con el único indicio de una leyenda.

Emprendí la búsqueda un sábado a las 10 de la mañana con la compañía de una fiel colega. La primera pista era encontrar una ferretería del centro de Riobamba donde trabajaba una mujer albina, sin embargo, cuando llegamos no la encontramos. Luego nos trasladamos al mercado donde los riobambeños afirmaban haber visto a los “blanquitos” vendiendo fruta. Llegamos y nos pusimos en modo pantera rosa viendo si los podíamos encontrar. Sin resultado, preguntamos a una vendedora los conocía, contestó que ellos salen muy temprano y que los han visto en San José. Un hombre interesado en la conversación dijo: “Allá los pueden encontrar a los enigmáticos personajes”. Guiadas por la señalización de su dedo estaba un despejado Chimborazo.

Fue un trayecto largo, pero muy divertido, a pesar de mi angustia e inseguridad por la incógnita de no saber nada más sobre ellos. Durante el camino preguntamos en varias ocasiones si alguien había visto a estas personas con albinismo. Cuando dábamos el nombre de la condición no comprendían lo que decíamos, hasta que mencionamos que son unos jóvenes “blanquitos y bien rubios” entonces nos indicaban por dónde continuar.  

Parecía que cada vez estábamos más cerca, pero el sentimiento era extraño de no saber el final de nuestro objetivo. En una de nuestras paradas unos campesinos riobambeños afirmaron conocerlos y manifestaron que se trataba de la familia Haya. Guiados por las indicaciones continuamos el trayecto hasta una de las integrantes de esta aventura alzó la voz y frenó de manera brusca diciendo: ¡Una albina!.

 

Tratando de visibilizar lo que mi colega decía como, el enfoque del lente de una cámara, no estaba segura. Entonces me bajé del auto . Mientras más me acercaba a su hogar, podía confirmar lo que mi colega había visto, pero la mujer se escondió. Luego salió un hombre con quien parecía su hijo, rápidamente pude identificar por sus rasgos que se trataba de un albino.

Era un cúmulo de emociones que solo se resumía en: ¡los encontré!.

Todo esto ocurría mientras el Chimborazo nos deleitaba con su grandiosidad contrastada con la sencillez de la casa de los personajes que buscábamos. Saludamos con la familia Haya, contándoles un poco de cómo los conocemos y porque estábamos ahí. Le pregunté al joven albino si podía tomarle unas fotografías pero él, muy cohibido pero sonriendo, me decía en un tono de voz muy baja que no. Inmediatamente le dije que si él tenía otro hermano o hermana que le pudiera acompañar para capturar algunas fotos junto al Chimborazo. Él accedió retirándose para ir a buscarlo. Entretanto conversamos con su padre de lo maravilloso que se veía el volcán ese sábado. Yo esperaba que la persona que llegue con él sea la mujer que nos hizo pasar. Sin embargo, era otro joven albino que se acercaba un poco serio. También preguntó de qué se trataba nuestra visita, cuando le expliqué accedió a las fotos.

Sus nombres eran Juan y Pedro. Juan era muy tímido no se explayaba mucho cuando le preguntaba algo, se dedicaba al campo ayudando a su padre. Pedro es abogado y está haciendo su maestría en criminalística, él conversaba mucho más cuando le preguntabamos algo.

 

Hacía tanto frío que temblaba, yo llevaba una chaqueta muy liviana, mientras que ellos estaban muy cubiertos, tanto por el gélido clima como su condición genética. No pueden exponer su piel al sol, sin embargo, el albinismo es algo que los impide sobrellevar su día día; como Juan y Pedro. Al final de nuestra visita, no podía sentir más que felicidad por la satisfacción de haber cumplido mi objetivo: conocer a los Hijos del Chimborazo. Sin embargo, tenía el interrogante de quién era la mujer por la que los encontramos. Espero algún rato regresar y poderla conocer.

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